Muy buenos días Nurses,
Tras mucho tiempo desaparecida —soy la ocupación en persona, qué le vamos a hacer— me animo y vuelvo a escribir en este blog tan olvidado. Con tanto que hacer se me estaba olvidando lo mucho que me ayuda escribir, desalojar mi mente de todo aquello que de un modo u otro necesito contar, expresarme y explicar las situaciones tal y como las vivo, como las siento, para tratar de ayudar, que os sintáis reflejados o contaros alguna realidad que quizás desconozcáis del todo; así que en un día como hoy, voy a intentar retomarlo con la mejor de las intenciones.
Como novedad, sobre todo para los que hayáis leído algo aquí anteriormente, le he dado un giro al título y al aspecto. Lo del nombre simplemente es porque me di cuenta de que tenía un error gramatical (mucho inglés, que queda muy "cool" y tal pero mira, las cosas que nos pasan a los que tenemos el famoso nivel intermedio en el idioma). En cualquier caso errar es humano, reconocerlo también, así que ya está solucionado, nos quedamos con nuevo nombre. Lo del aspecto es porque nunca estuve contenta del todo con el que le había puesto cuando lo inicié, por eso pasado un tiempo cambié algunas cosillas, pero tampoco me acabó convenciendo realmente, y ahora con el nuevo cambio creo que he dado más con lo que estaba buscando.
Dejando a un lado los aspectos logísticos, voy a lo que realmente os quería contar. Como me he puesto a escribir, y me he enrollado como siempre, me ha salido una pedazo de entrada que no va a leer ni el tato, así que he decidido separarla en dos post para amenizar un poco. El tema principal es uno muy MUY enfermeril y matronil, algo por lo que estamos pasando prácticamente toooodos los sanitarios de este país. El difícil salto al mundo laboral. Se trata de pasar de tu propio mundo en el que te imaginas que las cosas tienen que estar regular ahí fuera, al mundo en el que vives lo REALMENTE mal que está todo. Vaya batacazo, ¿eh?, dónde quedó aquello que decían, "antes de acabar la carrera ya tenía contrato"... qué tiempos, ¿volverán algún día?.
Este blog surgió como necesidad de compartir mi experiencia con el estudio del examen EIR, la complicada elección de plazas, sentimientos y situaciones vividas en la residencia... Desde entonces ha llovido mucho (2 años y medio dan para largo), finalmente terminé la residencia y ahora puedo decir a viva voz que ¡SOY MATRONA!. Si señores, no diré que fue fácil, pero si puedo decir que mereció la pena. Desde entonces mi vida ha cambiado bastante, en lo personal y en lo profesional, y aunque he vivido experiencias para olvidar, también tengo momentos maravillosos grabados en la mente, y sobre todo, muchas ganas de seguir avanzando y comerme el mundo a pesar de todo.
Cuando estás a punto de acabar tu periodo formativo, lo primero en lo que empiezas a pensar es en tus oportunidades laborales, si te podrás quedar en tu ciudad, en tu comunidad, en tu país... Es ahí donde tienes que plantearte seriamente si estás dispuesto a movilizarte o si por lo contrario te vas a conformar con lo que te den cerca de casa, si te dan algo. Creo que ninguna de las opciones es mejor ni peor, simplemente depende de cada persona y de sus circunstancias, yo solo puedo decir que en mi caso tenía claro que me iría allá donde el trabajo me llamara. Y así fue. Casi un mes después de acabar el contrato de la residencia recibí la primera llamada de bolsa en la que me ofrecían un contrato bastante lejos de casa. Si, a 1000 km aproximadamente de mi hogar. Eso de la palabra hogar estoy pensando que me podría dar para otro post —lo mismo cae—. Pero volviendo al caso, apenas estábamos recomponiéndonos de nuestra boda cuando tuvimos que irnos con el coche cargado hasta las trancas a tomar viento de nuestra ciudad natal a empezar nuestro futuro juntos, sin saber cómo saldría, que nos depararía después, ni na de na. Ah, mi marido, mi gata y yo. Eso de irse con Peplau (ese es su nombre, ¿os suena? jeje) en coche tan lejos fue una aventura que si me pongo a contarla podemos llorar todos, y no es plan.
Los que habéis pasado por situaciones parecidas os podéis imaginar lo que todo esto supone. Para no dilatarme más, hasta aquí dejo esta primera parte, en poco colgaré la segunda donde terminaré de explicar mi primera experiencia. Espero que os gusten ambos post y que os puedan servir de reflexión, o si no al menos, para divertiros un rato con mis desgracias.
Buena semana, ¡y no olvidéis ser muy felices!
Tras mucho tiempo desaparecida —soy la ocupación en persona, qué le vamos a hacer— me animo y vuelvo a escribir en este blog tan olvidado. Con tanto que hacer se me estaba olvidando lo mucho que me ayuda escribir, desalojar mi mente de todo aquello que de un modo u otro necesito contar, expresarme y explicar las situaciones tal y como las vivo, como las siento, para tratar de ayudar, que os sintáis reflejados o contaros alguna realidad que quizás desconozcáis del todo; así que en un día como hoy, voy a intentar retomarlo con la mejor de las intenciones.
Como novedad, sobre todo para los que hayáis leído algo aquí anteriormente, le he dado un giro al título y al aspecto. Lo del nombre simplemente es porque me di cuenta de que tenía un error gramatical (mucho inglés, que queda muy "cool" y tal pero mira, las cosas que nos pasan a los que tenemos el famoso nivel intermedio en el idioma). En cualquier caso errar es humano, reconocerlo también, así que ya está solucionado, nos quedamos con nuevo nombre. Lo del aspecto es porque nunca estuve contenta del todo con el que le había puesto cuando lo inicié, por eso pasado un tiempo cambié algunas cosillas, pero tampoco me acabó convenciendo realmente, y ahora con el nuevo cambio creo que he dado más con lo que estaba buscando.
Dejando a un lado los aspectos logísticos, voy a lo que realmente os quería contar. Como me he puesto a escribir, y me he enrollado como siempre, me ha salido una pedazo de entrada que no va a leer ni el tato, así que he decidido separarla en dos post para amenizar un poco. El tema principal es uno muy MUY enfermeril y matronil, algo por lo que estamos pasando prácticamente toooodos los sanitarios de este país. El difícil salto al mundo laboral. Se trata de pasar de tu propio mundo en el que te imaginas que las cosas tienen que estar regular ahí fuera, al mundo en el que vives lo REALMENTE mal que está todo. Vaya batacazo, ¿eh?, dónde quedó aquello que decían, "antes de acabar la carrera ya tenía contrato"... qué tiempos, ¿volverán algún día?.
Este blog surgió como necesidad de compartir mi experiencia con el estudio del examen EIR, la complicada elección de plazas, sentimientos y situaciones vividas en la residencia... Desde entonces ha llovido mucho (2 años y medio dan para largo), finalmente terminé la residencia y ahora puedo decir a viva voz que ¡SOY MATRONA!. Si señores, no diré que fue fácil, pero si puedo decir que mereció la pena. Desde entonces mi vida ha cambiado bastante, en lo personal y en lo profesional, y aunque he vivido experiencias para olvidar, también tengo momentos maravillosos grabados en la mente, y sobre todo, muchas ganas de seguir avanzando y comerme el mundo a pesar de todo.
Cuando estás a punto de acabar tu periodo formativo, lo primero en lo que empiezas a pensar es en tus oportunidades laborales, si te podrás quedar en tu ciudad, en tu comunidad, en tu país... Es ahí donde tienes que plantearte seriamente si estás dispuesto a movilizarte o si por lo contrario te vas a conformar con lo que te den cerca de casa, si te dan algo. Creo que ninguna de las opciones es mejor ni peor, simplemente depende de cada persona y de sus circunstancias, yo solo puedo decir que en mi caso tenía claro que me iría allá donde el trabajo me llamara. Y así fue. Casi un mes después de acabar el contrato de la residencia recibí la primera llamada de bolsa en la que me ofrecían un contrato bastante lejos de casa. Si, a 1000 km aproximadamente de mi hogar. Eso de la palabra hogar estoy pensando que me podría dar para otro post —lo mismo cae—. Pero volviendo al caso, apenas estábamos recomponiéndonos de nuestra boda cuando tuvimos que irnos con el coche cargado hasta las trancas a tomar viento de nuestra ciudad natal a empezar nuestro futuro juntos, sin saber cómo saldría, que nos depararía después, ni na de na. Ah, mi marido, mi gata y yo. Eso de irse con Peplau (ese es su nombre, ¿os suena? jeje) en coche tan lejos fue una aventura que si me pongo a contarla podemos llorar todos, y no es plan.
Los que habéis pasado por situaciones parecidas os podéis imaginar lo que todo esto supone. Para no dilatarme más, hasta aquí dejo esta primera parte, en poco colgaré la segunda donde terminaré de explicar mi primera experiencia. Espero que os gusten ambos post y que os puedan servir de reflexión, o si no al menos, para divertiros un rato con mis desgracias.
Buena semana, ¡y no olvidéis ser muy felices!
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